viernes, 16 de junio de 2017

Costa Rica Hermosa

La idea era clara y la teníamos más que pensada mientras estábamos en nuestro viaje por Panamá: cruzar a Costa Rica para hacer alguna buena ruta senderista y Corcovado, por su cercanía a la frontera panameña, fue la zona elegida. Sobre la marcha buscamos información por internet y mandamos algunos emails para contratar algún guía que nos llevara por la selva durante dos días y una noche ( sin guía es imposible). Al final decidimos hacerlo con Ricardo Hougham Guerrero, entre otras cosas porque tampoco obtuvimos muchas más respuestas

El Parque Nacional 
Corcovado está en la Península de Osa, al suroeste de Costa Rica, fue creado en 1975 y tiene una extensión de 45.000 hectáreas divididos en bosque y playas. La diversidad biológica es tan rica que se cree que en ningún otro lugar del mundo con esta extensión posee tal diversidad. En su bosque tropical húmedo hay más de 140 especies de mamíferos entre los que destacan el jaguar, el ocelote, el puma, el mono aullador o el tapir, 500 especies de árboles, 350 especies de aves ( loros, zopilotes, pelícanos, guacamayos, garzas, ibis, lechuzas….), 100 especies de reptiles como cocodrilos o serpientes ( 17 especies son venenosas aquí), anfibios de mortal veneno y más de 5.500 tipos de insectos. 



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Como llegar a Corcovado desde Panamá

Llegar a Corcovado desde Panamá no es dificil pero si lento y algo tedioso ya que hay que pasar la frontera de Paso Canoas ( en este post te lo expliqué al detalle) y luego usar el transporte público. Una vez cruces la frontera y pises suelo costarricense, debes dirigirte, bien en taxi bien en autobús hasta la localidad costera de Golfito en la provincia de Puntarenas. Y en Golfito, en un rudimentario embarcadero, deberás tomar el barco que te lleve a Puerto Jiménez, en la península de Osa. Puedes ver mas historias aqui: Ricardo Hougham Guerrero. Hay ferries a Puerto Jimenez cada hora y el último sale a las 16:00. El precio: 3.000 colones, unos 5 dólares. La otra opción si no te gusta el mar o te ha pasado el último ferry, es hacer la ruta por carretera, bordeando la península.


Puerto Jimenez
La pequeña población de Puerto Jimenez, con apenas 9.000 habitantes, es el puerto pesquero más meridional de Costa Rica y lugar de entrada a todos los que nos aventuramos a conocer el Parque Nacional de Corcovado. Es por ello que hay montado a su alrededor el típico negocio para el turista de naturaleza, con algunas agencias donde contratar la visita al parque, hoteles ecológicos y restaurantes. Pero no hay masificación ni se ve mucho turista por aquí, quizás por lo que cuesta llegar y hay otros parques en Costa Rica con más nombre.

Calle de Puerto Jiménez
Calle de Puerto Jiménez

La experiencia
La Ruta que hicimos por el Parque Nacional de Corcovado tiene aproximadamente una longitud de 20 kilómetros que transcurren paralelos a la costa por lo que combina jungla y playas en condiciones muy duras de calor y humedad. El día anterior habíamos hecho compras para los dos días que nos esperaban por la selva y nuestras grandes mochilas se quedaron en el hotel, llevando lo justo en una pequeña mochila. Nos levantamos a las 4 de la mañana ya que habíamos quedado con nuestro guía y nos dirigimos en su todoterreno hasta la localidad de Carate ( 1 hora y media de baches y saltos), donde lo dejamos para empezar la ruta a pie. Era temprano y el calor ya se iba notando, avisándonos de lo que nos esperaba. Antes de entrar al parque, en el centro Operativo La Leona nos inscribimos en el libro de registro en la oficina de los guardabosques, leemos alguno paneles informativos, vemos algunos cráneos de animales y hasta como actuar si te encuentras cara a cara con un jaguar ( unas instrucciones que me hicieron poca gracia….).


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Las mareas en este trekking de Carate a la Sirena son muy importantes y hay que controlar bien la hora porque es la única forma de avanzar, pasando a pie de playa cuando las olas van cediendo. Por cierto, un oleaje furioso y brutal el de este mar, por lo que se hace imposible darse un chapuzón a pesar del calor y las ganas que nos entran. Una especie de tortura o peaje que debemos pagar los que nos aventuramos en estos paisajes salvajes. Seguimos avanzando bajo un sol de justicia y se hace eterno cuando salimos de jungla y andamos por la arena de la playa, que es de postal pero durísima para caminar. Los pies y nos van doliendo pero todo se olvida cuando miras a tu alrededor. corcovado6

La vuelta 
Llamadme como queráis pero cuando nuestro guía nos ofreció la posibilidad de regresar en avioneta por unos 50 dólares lo pensamos poco, sobre todo porque el camino era exactamente igual pero de vuelta. Habíamos sufrido de lo lindo y nuestras piernas, nuestro avituallamiento, y hasta nuestra mente no estaban para otras 12 horas de dura caminata por la selva y la playa, por muy espectacular que fuera el paisaje. Así que quedamos en volver en avioneta que nos recogería a las 12 en la super pista de aterrizaje selvática. En 5 horas nos dió tiempo a patear los alrededores de la estación biológica, que está llena de senderos y posibilidades de ver más fauna salvaje. Tenemos la suerte de ver al esquivo tapir, metido en una charca de disfrutando de un baño matutino, monos de todos los tamaños, zopilotes, águilas, coatíes y las huellas del huidizo jaguar, que andaba cerca pero el destino no quiso ponernos delante.

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